Contra las fronteras y sus defensores.

El código legislativo de un sistema que es inhumano en esencia debería hacernos pensar que, aquello que sea ilegal no debe por necesidad ser algo negativo, malvado e inmoral; de hecho, posiblemente tenga más papeletas de caer en el saco de lo correcto y natural del ser humano antes que en ese esquema putrefacto de valores capitalistas y burgueses del que son espejo sus leyes. Podemos, por poner un ejemplo, hablar de determinadas acciones como aquello a lo que ellos llaman robo, cuando sabemos que no hay mayor robo que la propiedad privada de todo cuanto necesitamos para subsistir en cuatro o cinco manos. También podemos referirnos a las condenas de desacato, desobediencia a la autoridad, etc. que no son más que nobles actos contra nuestros explotadores. Y podríamos meternos en otros berenjenales tales como eso que llaman violencia callejera, los disturbios y desórdenes públicos, pero no queremos ir por ahí ahora. Queremos hablar de esas personas a las que el Estado condena por su simple existir: aquellos que han tenido la mala suerte de ser inmigrantes ilegales. Probablemente no haya en el mundo violencia más silenciosa, sibilina y extendida como nociva, dañina y dolorosa que ésta, que te consideren ilegal. Que el Estado te coloque plenamente fuera de su ley no es moco de pavo, pues solo te espera la ruina, la cárcel y/o el destierro.

Normalmente, el Estado considera a algo ilegal cuando va contra sus intereses. Intenta, por otro lado, que nos sintamos identificados con los intereses del Estado, teniendo como consecuencia que la gente que responde a las llamadas de la colaboración ciudadana condene todo aquello que sabe que es ilegal y que piensa –como buen ciudadano y español que es– que debe defenderse de ello. De ahí el vomitivo discurso del delegado de gobierno de Melilla, Abdelmalik El Barkani, que ha denominado de “invasión en toda regla” los últimos sucesos. Ganas de vomitar es lo que nos entra cuando tenemos que escuchar semejantes sandeces, que no podemos pasar por alto lo más mínimo por lo atroz de su significado profundo. Su intención de crear entre la sociedad una paranoica sensación de alarma o amenaza de ser invadidos nos trae a nuestro recuerdo monstruos del siglo XX que deberían de estar más que enterrados. A generar este esperpéntico e insolidario sentimiento colaboran, como no, los medios de comunicación de masas: portavoces oficiales del Estado y el capital. El lenguaje de estos miserables nunca es inocente, y el uso indiscriminado de determinados sustantivos, verbos, etc. responden a una ideología común del sistema, que como un fantasma va poseyéndonos lentamente desde diferentes medios como el colegio e institutos, hasta la prensa. Y es que ni Joseph Goebbels, quien fuera ministro de prensa e información del régimen alemán nazi, lo hubiera hecho mejor. Aún así, aunque en este mundo ya poco hay que nos sorprenda, no deja de causarnos escalofríos el lenguaje utilizado por algunos medios de comunicación al hablar de estos hechos. Así, en periódicos como el ABC, La Razón El Mundo vemos como con indiferencia en su discurso utilizan términos tales como hordas y asalto para referirse a los últimos acontecimientos en Melilla.

Según la RAE:

horda.

(Del fr. horde, y este del mongol orda; cf. turco ordu, campamento militar).

1. f. Comunidad de salvajes nómadas.

2. f. Grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia.

ó

asaltar.

1. tr. Acometer impetuosamente una plaza o fortaleza para entrar en ella escalando las defensas.

2. tr. Acometer repentinamente y por sorpresa. La asaltaron los periodistas. Asaltaron dos veces el banco.

3. tr. Acometer, sobrevenir, ocurrir de pronto algo, como una enfermedad, la muerte, un pensamiento, etc.

Si a cualquiera de nosotros nos dijeran que nos van a asaltar la casa nos prepararíamos para defendernos, más aún si estamos hablando de una horda. Por lo tanto, hay que frenar este tipo de discursos antes de que empiecen con las clásicas falacias de aquí no cabemos todos, nos quitan el trabajo. En el mundo hay trabajo y sitio para todos y los únicos que aquí sobran son los gobernantes y todos sus apéndices, así como los patronos y capitalistas: esa es la única invasión que sufre la especie humana en todo el globo terráqueo, y son a ellos a quienes hay que expulsar de nuestras vidas. Por mucho que el gobierno pase la bola a las mafias el asunto de estas migraciones, quienes no deberían de conciliar el sueño por las noches son los gobiernos occidentales, cuyos sistemas económicos condenan a la más profunda miseria a gran parte de la población mundial, obligándoles a abandonar a sus familias, sus gentes y sus casas para buscar alguna oportunidad en ese otro mundo donde progresivamente, a su vez, vivimos más miseria y más desdicha. Ya que han mencionado a las mafias, tenemos que hacer una serie de consideraciones: Las mafias funcionan igual que los Estados: ejerciendo algún tipo de violencia y/o chantaje, utiliza a las personas y las diferentes condiciones sociales para obtener algún tipo de beneficio. Son, sin duda, una especie de Estado paralelo, que en mil ocasiones se entremezclan con esa mafia legal que es el Estado. Nadie se extraña ya de ver a políticos inmersos en tramas mafiosas de corrupción, trata de blancas, narcotráfico, etcétera; por lo que no podemos verlo de otra manera que como las dos caras de una misma moneda: un lucro bidireccional donde hay beneficio con la explotación de las zonas desfavorecidas por un lado, y beneficio a costa de la entrada de sus gentes en los países ricos por otro. No se lo ponen fácil ni mucho menos. Pero la cosa sigue, la doble moral y la obsesión por parecer inocente no tienen límites. La preocupación de este individuo (seguimos hablando de ese tal El Barkani) por que los inmigrantes “han cambiado de actitud y saltan armados con palos y piedras” (según sus propias palabras) no nos provoca más que carcajadas. Quienes han sumido en el infierno al continente africano para que sus habitantes sean fácilmente explotado por los Estados capitalistas, se merecen algo más que palos y piedras, pues debemos recordar cómo impiden que estas gentes escapen de su miseria.

Para empezar una sanguinaria alambrada separa los dos mundos. Si no te dejas la piel en el intento, dentro te esperan unos tipos uniformados armados hasta los dientes que son el ejército y la policía. Si tienes la suerte de que no te apaleen, llegarás solo con las magulladuras de la alambrada (de nada más y nada menos que de seis metros) a lo que llaman CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) que no es otra cosa que una cárcel, en la que te verás hacinado en una jaula, pues estas cárceles están especialmente superpobladas. Tras quién sabe cuanto tiempo permanecerás allí secuestrado, y si es que sigues vivo, nuevamente te enviarán de vuelta allí de donde viniste – si es que el país vecino, Marruecos, no te abandona a tu suerte en pleno desierto–, y de vuelta a volver a empezar. Quizá este tipo de dinámicas sean el estimulante para premiar con el Nobel de la Paz a la Unión Europea, a quienes El Barkani no ha dudado en pedir ayuda pues “si entran en Melilla, están entrando en Europa”, y es que claro, los ricos tienen que protegerse de los pobres.

Y es que al final tenemos que hablar de lucha de clases. Queda patente como los ricos se protegen entre sí; nosotros, los pobres y explotados de cualquier lugar solo nos queda unirnos y organizarnos para hacerles frente, para acabar con esta plaga que es el capitalismo y el autoritarismo. No hay fronteras que nos separen, los nacionalismos son una peste irracional que solo ha venido a provocar guerras y rencillas entre semejantes. Cada vez que el Estado ve peligrar sus intereses incrementan la represión: dentro de sus fronteras mayor recrudecimiento del código penal y mayor impunidad y protección a sus policías, mercenarios del sistema. Fuera de sus fronteras más de lo mismo. Sabemos que esas son sus soluciones, del Estado solo puede emanar soluciones para proteger sus privilegios.

No creas las mentiras de políticos y medios de comunicación. La única invasión, plaga y asalto a nuestras vidas es el de la autoridad y todas sus mutaciones: Estado, capital, patriotismo y racismo.

Contra toda autoridad.
Por la libre circulación de las personas.
Abajo el Estado y el capital.
Por la Anarquía.